Desperté y estaba amarrado. Amarrado por una fuerza que no me dejaba incluso girar el cuerpo. Traté de abrir los ojos pues aunque estaba ya despierto mis ojos permanecieron cerrados y sin poder moverse por un tiempo.
Como venciendo un par de inmensas ligas fué que por fin pude abrir los ojos completamente.
La mirada estaba fija en mi cuerpo para ver qué era aquello que me amarraba. Duermo en una litera, la cama de abajo.
Tuve un abuelo con el que mi relación fué un tanto impersonal a pesar del respeto que ambos nos mostrábamos. Él falleció. Y hace poco había contadole a una persona de él y algunas anécdotas del tiempo que alguna vez pasamos juntos.
En cuestión de segundos, terminé de escanearme el cuerpo intentando encontrar qué era lo que me amarraba.
Así entonces lleve la vista todavía con mucho esfuerzo a la posición normal. En ese momento me di cuenta de que los tubos que sostienen la litera de arriba sostenían ahora un largo espejo. Vi reflejados mi cara y mi cuerpo y entre lo oscuro de la noche distinguí una cara al lado de la mía. La cara de mi abuelo y sus brazos atándome por la espalda como dándome un abrazo sin aliento.
Agitado traté de girar rápido hacia ambos lados, girar y caer de la cama almenos. Pero todo en vano. Apenas pude moverme unos centímetros y mi abuelo sonreía y me apretaba con más fuerza.
El lado de la cabecera en la litera apunta hacia la puerta. Alguien entraba al cuarto. Hizo como si tocara en la puerta pero directo sobre la estructura de metal de la litera. Traté de voltear a ver quien era pero sólo pude distinguir una silueta y los brazos aún sujetandome. La voz no se escucha, apenas podía mover los ojos. La silueta desistió y salió del cuarto. Entonces sólo había una manera, un último esfuerzo. Y empecé a gritar de maldiciones al mismo tiempo que hice el más grande esfuerzo que jamás haya hecho por separarme de la cama. Los brazos eran chicle, su cara se tornaba turbia. Estaba adherido a su cuerpo en una niebla viscosa y magnética. Poco a poco me fuí desprendiendo y al voltear a verlo sin el espejo me di cuenta de que estaba luchando contra nada. Aún asi seguí diciendo de maldiciones que terminaron en risas cuando por fin estuve libre.
Permanecí en el cuarto un rato pensando, después regresé a la cama, donde al fin de todo me volví a quedar dormido. Pero esta vez, afortunadamente, caí en un Sueño Lúcido que siempre recordaré.
Saludos y Excelente Semana.
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